Inicios del Blues en Cuba (1898 - 1960)
Un recorrido por la presencia, en la llamada "Isla de la Música, de uno de los géneros sonoros claves del siglo XX.
El blues, género musical norteamericano, ha tenido una presencia discreta pero sostenida por más de cien años en Cuba. Su expresividad moldeó los gustos de creadores locales que, no sin cierta polémica, lo fueron incorporando, desde principios del siglo pasado hasta hoy.Ya en la centuria anterior Cuba exportaba su música. Los cadenciosos aires de la habanera se pusieron de moda en el Caribe y España. Le siguieron el bolero, la rumba, el mambo y el chachachá, que alcanzaron difusión internacional gracias a la naciente industria discográfica a partir de 1925. Esta influencia se propagó hasta países tan lejanos como Francia o Japón.
A la vez, la nación antillana importaba músicas de otras procedencias que alcanzaron alta popularidad como el tango argentino, el pasodoble español, la ranchera mexicana, y la trilogía del blues, el jazz y el rock proveniente de Norteamérica.
El blues está en la base de buena parte de la música popular contemporánea. Su nacimiento en el sur de los Estados Unidos, su origen acústico y rural, y su posterior evolución, así como sus principales figuras históricas, aparecen bien documentados. Menos conocida, sin embargo, es su incidencia en Cuba, país con el cual la nación norteña ha desarrollado múltiples - y a veces contradictorias - conexiones culturales.
Para algunos historiadores, las migraciones históricas y los contactos mercantiles entre La Habana y New Orleans fomentaron nexos en el terreno musical. El arribo de las tropas norteamericanas de intervención en 1898, tras la guerra con España, fue el detonante para la llegada del blues. Entre aquellos soldados se menciona a Santiago Smood, quien desertó de sus filas para residir en Cuba, sirviendo de puente entre los bluseros tocadores de banjo y los treseros pioneros del son. Se dice que Smood aprendió de los músicos del oriente cubano, enseñó los rudimentos de un género propio de su tradición, y formó dúos con trovadores como El Gallego Menéndez y Graciano Gómez, hasta su fallecimiento en La Habana en 1929.
Por otra parte, estilos asociados al blues como el ragtime, foxtrot, boogie y otros se hicieron presentes en la vida musical atrapando la atención de importantes compositores como Ernesto Lecuona y Gonzalo Roig. También la temprana discografía cubana muestra grabaciones hechas en 1929 por la soprano Pilar Arcos (Violeta) y el tenor Adolfo Utrera (Cielo de Honolulu), señaladas como blues.
Primeras fusiones
Más que copiar los 12 compases característicos del blues, en Cuba se produjo una fusión con elementos locales a través de diversos formatos instrumentales y variantes en la concepción orquestal.En 1931 la jazzband Hermanos Castro presentó su versión “cubanizada” de St. Louis blues de W. C. Handy – quien estuvo en La Habana en 1900. Esta pieza sería retomada más adelante como danzón, mambo o chachachá, en el repertorio de otras agrupaciones.
La orquesta, considerada como la primera jazz band del país, tuvo inicialmente siete integrantes, luego nueve y ya en 1931 fueron quince, tomando ya la nómina definitiva. Ese año fueron a Nueva York y participaron en el filme Havana Cocktail realizado por la Warner Bros. También hicieron en esa ciudad sus primeras grabaciones discográficas con la RCA Victor, una de la cuales manifiesta la fusión con la música de origen africano, por lo que se le considera pionera en la vertiente que después se va a conocer como Latin Jazz. Después grabaron muchos discos en Cuba con la Panart y Puchito.
Era una orquesta de mucha actividad dentro del país, presentándose en emisoras como Radio Salas y la Mil Diez y apareciendo en programas estelares de la televisión cubana, desde que se fundara en la década del cincuenta. Inauguran el cabaret del Hotel Nacional y también acudían mucho a otros relevantes sitios del espectáculo capitalino, como Sant Soucí y Tropicana. Hacían presentaciones por las más importantes ciudades del país.
A partir de la década del 40 integrantes del movimiento llamado “filin” emplearon formas armónicas y progresiones de acordes heredados tanto del blues como del jazz, en un proceso de revitalización de la canción y el bolero. Entre sus autores destacaron José Antonio Méndez, Ñico Rojas, Frank Domínguez, César Portillo de la Luz y Marta Valdés, junto a intérpretes como Omara Portuondo, Leonel Bravet y la mítica Freddy, quienes solían cantar en inglés conocidas piezas del blues norteamericano
Miquel Matamoro / Sombra
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